lunes, 16 de noviembre de 2015

Mi Último Divorcio


Una de las enseñanzas de vida más difíciles cuando estaba joven y aún mucho tiempo después fue y ha sido la de la aceptación, porque siempre fui muy obstinada y cuando quería conseguir algo, no me rendía fácilmente y cuando muchas veces las cosas, situaciones o personas no fueron como yo creía o quería que fuesen me ponía o muy triste pasando muchas veces de la tristeza a la depresión; o pasaba del enojo a la furia por lo injusta que consideraba era la situación o persona en aquel momento. Con los años y con los duros aprendizajes que nos da la vida fui poco a poco "aceptando la aceptación" valga la redundancia y hoy les comparto una de esas situaciones de vida que tuve que aceptar y que mirándola con la perspectiva de hoy fue divertida aunque en su momento me costó muchas lágrimas.
Imagen tomada de la web




La situación que les voy a compartir ocurrió en algún momento durante el segundo semestre del año 2011 (ya saben año oficial de la aparición del dragón). 

Durante toda mi vida y hasta cuando apareció oficialmente el cáncer yo era muy dulcera, pero extremadamente dulcera, me encantaban toda clase de postres, dulces, helados, bebidas dulces y a todo le añadía mucha azúcar, porque me parecía que así tenía un sabor más delicioso, por aquella época no tenía ni la más mínima idea de lo dañino que es el azúcar y muchos menos que el azúcar contribuía con la aparición de muchas enfermedades como por ejemplo el cáncer ya que las células cancerígenas se alimentan de azúcar.

Un día en la institución educativa donde trabajaba uno de mis compañeros de piso se estaba comiendo con muchísimo gusto un roscón gigante acompañado de una pony malta y cuando lo ví me antojé de lo mismo, pero ya sabía que no lo podía comer, así pues que lo que empezó como un dilema: "comer o no comer" se me volvió una crisis existencial enorme, lloraba amargamente porque quería comerlo, pero me parecía muy injusta la vida porque ahora no lo podía hacer, lloré tanto que ya casi no podía ni respirar y mucho menos hablar,  mis compañeros (todos hombres) no sabían que hacer, me ofrecían agua, trataban de calmarme, pero no lo lograban y al fin uno de ellos llamó telefónicamente a mi hijo mayor.

A mis hijos les ha tocado hacerle frente a las crisis de su mamá, cuando Jorge Andrés ya  supo que pasaba pidió que por favor me comunicaran y me preguntó que me estaba pasando, casi no soy capaz de hablarle y entre cortado y lágrimas le conté y estaba esperando que me dijera algo así como:"tranquila señora madre cómelo", resultó que no!, no me dijo nada ni siquiera parecido!. Muy tranquilo y en calma me habló como cuando yo les hablaba siendo niños y me dijo algo como: "Señora madre Usted ya sabe el daño que eso le puede hacer, si hubiera seguido un tratamiento convencional seguramente no tendría que dejar de comer lo que le gusta, pero como decidió por propia cuenta y riesgo un camino alternativo muy estricto debe renunciar a todo lo que le hace daño; así pues que si toma la decisión de comerse el roscón asume todas las consecuencias de esa decisión entre las cuales está que su tratamiento no funcione y por favor párala ya!, piensa bien lo que vas a decidir, pero cálmate porque todos están muy preocupados, cuando tomes la decisión por favor me llamas".

Yo, no lo podía creer, me habló como si yo fuera una adolescente y él el adulto (él si era todo un adulto ya casado, pero por supuesto yo estaba teniendo una crisis de adolescente) y no se "echó" encima la responsabilidad de decidir por mí, cuando colgué respiré profundo, recibí el agua que me estaban ofreciendo y les agradecí el apoyo, pero que estuvieran tranquilos que ya la crisis había pasado, que me iba a poner a trabajar y ellos podían hacer lo mismo.

En ese momento, después de respirar profundamente  muchas veces mientras tomaba más agua, al analizar la situación que estaba viviendo acepté por mi bien que mi relación con el azúcar había llegado a su fin y les escribí a mis hijos (siempre les escribo en orden de mayor a menor) algo así: "Queridos hijos me he divorciado del señor roscón, a pesar de que nos amábamos hemos decidido tomar caminos separados y divorciarnos definitivamente, nunca más estaremos juntos, pues ya no somos compatibles".

Mi hijo tan pronto leyó el mensaje me llamó y con mucha risa me felicitó y me dijo que ese había sido el mejor de mis divorcios y que se alegraba profundamente de mi decisión y me felicitaba por ella.

La aceptación es cuestión de actitud y nos libera, nada sacamos con seguir peleándonos contra las situaciones o personas porque no son como queremos, hace parte de crecer emocionalmente y hasta espiritualmente ya que no tiene ningún sentido el renegar pues ello nos esclaviza al añadir amargura a nuestras vidas, pero por supuesto es todo un proceso que vamos aprendiendo con situaciones y momentos difíciles que nos ayudan a confrontarnos con nosotros mismos, es ir adentro y en vez de renegar buscar salidas y soluciones y en este caso la salida fué un divorcio amigable, ahora cuando de paso algunas veces nos encontramos nos miramos fijamente y ya no lo extraño, ni suspiro por él, he aceptado desde aquel momento que el señor roscón no hace parte de mi vida.

Hasta la próxima queridos lectores, un abrazo gigante de vida.

2 comentarios:

  1. Me encantan tus relatos, mucho ánimo en tu batalla.

    Un admirador anónimo

    ResponderEliminar